Munich-Brannenburg-Salzburgo

Bueno, claramente ya regresé de Munich. Llegué muy feliz y muy contenta, la verdad es que lo disfruté mucho. Tuvimos ciertos percances en el viaje, pero nada grave, ni que no se pudiera solucionar, solo cosas que hacen más interesante la historia cuando luego la quieres recordar. Yo salí el domingo al medio día de Dessau a Leipzig en blabla car. Llegué a eso de las 3 a Leipzig y como mi viaje era a las 22.45 me dediqué a leer una novela que me regaló la Ángela, a caminar un poco por la ciudad, y a comer y mira vitrinas de comida. En la noche el bus llegó a la hora y cero problema hasta el momento. Obviamente yo no soy alguien que ande con presupuesto para viajes, así que el bus en el que viajaba era el que ofrecía el pasaje más barato… junto con los asientos más angostos, y las muchas paradas en el camino. No fue una noche agradable, estaba lloviendo y sentía que el bus iba muy rápido… pensaba a ratos que se podía resbalar y dar vueltas provocando un gran accidente, pero llegué sana y salva junto al resto de los pasajeros a la estación de buses de Munich. Eso fue como a las 6.20 am. Aún estaba oscuro y, nuevamente con un poco de miedo en mi, caminé hacia la estación de trenes en donde quedé de encontrarme con Marce.

El punto de encuentro era el Starbucks de la estación, así es que aproveché de comprarme algo calentito para tomar de desayuno. Últimamente me ha dado por tomar chai latte cuando salgo a tomarme algo, así que decidí probar el de esta cadena de cafés. No me gustó nada, ni un poco. No sé si el tipo le puso dos veces azúcar o jarabe, o lo que sea que le pongan a los tés, pero el sabor de esta bebida estaba muy lejos de ese suave chai latte que venden en el bauhaus café de Dessau y aunque no soy especialista en chai, de verdad el té que me vendieron esa mañana tenía un sabor intensamente perturbador… así que como tenía tiempo (Marce llegaría a las 8 y recién eran las 7) me lo tomé de a sorbitos, mientras continuaba leyendo mi novela, para evitar sufrir de un coma diabético instantáneo (estoy segura que tenía más dulce del necesario en un té).

Ya casi me terminaba mi libro, dieron las 8 y Marce no aparecía. Debido a algunos incidentes anteriores en que me puse un poco agresiva y malhumorada, cambié mi swich de señorita «todo fríamente organizado» o «no alteren mi plan maestro del día de hoy» a modo «estoy de vacaciones y que pase lo que pase, lo vamos a pasar bien». Tan bien me fue con el cambio de swich que ni me acuerdo a que hora llego Marce. Llegó y nos fuimos a tomar un desayuno bávaro a Hofbräuhaus, un lugar que mi querida amiga mexicana me había recomendado mucho. El lugar lo abrían a las nueve y creo que llegamos caundo apenas estaban bajando las sillas de las mesas y poniendo sobre éstas las servilletas y el menú del día. Claramente fuimos las primeras clientes en entrar al local. Llevábamos hambre (creo que Marce así lo dice), así es que nos sentamos y no dudamos en pedir dos salchichas blancas (típicas de la región), dos cervezas de medio litro, (indispensable para comenzar una mañana bávara) y una especie de asado alemán (como diríamos en chile) con ensalada de papas y dos bretzels. Todo delicioso, el lugar muy bonito, el techo con arcos que construían especies de bóvedas, pintados completamente con motivos bávaros y los meseros vestidos con sus trajecitos típicos (muy Hansel y Grettel). Lástima que llegamos muy temprano y no alcanzamos a participar de la música folklórica en vivo, creo que con eso el desayuno hubiera estado completo.

Terminamos de comer, conversamos un buen rato y nos fuimos a recorrer algunos lugares íconos de la ciudad de Munich. Antes de eso, pasamos a la casa de su suegra a buscar sus zapatos de montaña. Fue un viaje breve en tranvía que no nos tomó mas de 1 hora en ir y regresar. Marce es muy buena amiga, muy buena persona, muy dulce, paciente, simpática… pero le faltan ánimos para ser una buena guía turística. Claro que me llevo a todos los lugares que «tenía que ver» pero fue más entretenido mirar pequeños detalles del trayecto. Me llamó mucho la atención ver como las mesas y sillas estaban dispuestas en un café al costado del Hofgarten: Las mesas eran redondas y pequeñas, no para más de dos personas, estaban ordenadas en hileras cada una entre dos sillas, las que estaban dispuestas una justo al lado de la otra, permitiendo que los comensales estuvieran sentados mirando hacia la misma dirección. Todas las sillas estaban mirando a la misma dirección como una especie de teatro al aire libre en donde la pantalla o la escena es construida por la misma ciudad.

Desde el viaje de regreso de la casa de su suegra, Marce había manifestado sus ganas de ir pronto a almorzar a algún lugar. Sugirió uno que dijo «está escondido en la ciudad», pero cuando lo encontramos su fachada se imponía fuertemente ya a distancia en Neuhauser strasse, una importante calle de comercio y turismo local. Miramos los precios, pero no nos convencieron mucho, así es que decidimos hacer el recorrido por toda la calle hasta Hofgarten, en donde estaba el café que tanto me llamó la atención. En este recorrido vimos que los precios no se veían más accesibles que el que vimos en el restaurante «escondido» de Marce, así es que caminamos de regreso y decidimos volver a nuestro punto de inicio y ordenar algo de comer ahí. Ya eran como las 4 de la tarde, así es que sería un almuerzo-once. Pedimos 2 Radlers, una ensalada de salchicha, (porque sí, acá las ensaladas o son de papas o de salchichas) y una cosa que pensé sería una especie de tabla de quesos, pero que en realidad eran dos bolas de distintos quesos mezclado con mantequilla, pimentón y no recuerdo exactamente que más, con acompañamiento (decoración) de cebolla morada, y medio pepinillo. En realidad ambos platos tenían el mismo acompañamiento junto con algunas torrejas de pan ¡Todo lo que se llama no comer light!

Debo decir que fue interesante esta ensalada de salchicha, que en realidad es más ensalada de embutido, ya que consistía en finas láminas de una especie de salchicha-jamón de como 5 cm de diámetro, con cebolla morada y mucho limón. Extraña mezcla para mi, pero no estaba mala. Para los que acostumbran  comer embutidos debe ser una buena alternativa de preparación. Nos comimos todo.

Salimos nuevamente, Marce me llevó al último lugar que debía ver del recorrido y nos fuimos a la estación de trenes en busca del tren que nos llevaría a Brannenburg, lugar en donde vive el suegro de mi compañera de viaje. LLegamos temprano a la estación, pero fue bueno porque nuestro tren estaba bastante lejos, y creo llegamos solo unos minutos antes al andén. Subimos, nos acomodados y decidimos matar el tiempo (1 hora y media) jugando bachillerato. El juego estaba que ardía, las dos muy felices y entusiasmadas tratando de completar las casillas lo más rápido posible y ganar todos los puntos. El señor que iba a nuestro lado nos ponía un poco incomodas, ya que nos miraba con cara de «estas niñas están locas» así es que sentimos un poco de alivio cuando llegamos a su estación y se bajó del tren. Solo sentimos un poco de alivio, porque cuando este señor se estaba bajando, vimos el nombre de la estación y justamente era la estación en que nosotras nos debíamos bajar. Marce alcanzó a darse cuenta, pero las puertas se cerraron antes de que pudiéramos guardar nuestros papelitos de juego, y agarrar nuestros bolsos para bajar del tren. Ya no me acuerdo si nos bajamos a la estación que seguía o a la subsiguiente, el asunto es que nos bajamos y muy serenas en modo «estoy de vacaciones y que pase lo que pase lo vamos a pasar bien» buscamos en el panel informativo a qué hora pasaría el tren en sentido contrario. Casi una hora deberíamos esperar, pero bueno, eran vacaciones, no teníamos apuro y no habíamos terminado nuestra partida de bachillerato. El plan era sencillo, sentarse, jugar y esperar. En eso llama el suegro de Marce para preguntar en dónde estábamos y a qué hora llegábamos. Ella le cuenta lo sucedido. Decide ir a buscarnos, ya que en auto eran solo 5 minutos de viaje, así es que agarramos nuestras cosas y nos dirigimos hacia la salida de la estación.

Esperamos un momento, llega Peter (el suegro de Marce) y nos vamos a su casa. Cenamos goulash, nos instalamos en la habitación de su hija, y buenas noches, nos dormimos bastante cansadas.

Bueno, la verdad es que el fin de la jornada no fue así como lo acabo de escribir, me faltó un breve momento entre que Peter nos pasa a buscar a la estación de trenes y entre que llegamos a la casa: en ese breve momento en que estábamos en el auto ya resguardadas del frío, Peter decide que debemos aprovechar de ver la ciudad (aunque en estos momentos se me hace que es es más pueblo que ciudad). Fue mi primera aproximación al encanto bávaro campestre del sur de Alemania. La estación en que nos bajamos creo que correspondía a Oberaudorf, espero estar en lo correcto. De lo que sí estoy segura, es que el lugar era muy turístico, donde la gente va a esquiar (nuestra intención en algún momento fue aprovechar la nieve para tirarnos en trineo, pero justo esos días que estuvimos ahí no hubo suficiente nieve para hacerlo), todas las casitas tenían sus fachadas pintadas y sus balcones con barreras de madera muy al estilo bávaro. Reconozco que me cuesta describir este estilo bávaro, pero si no tuviera foto para mostrarles estos detalles les diría que se imaginan la fachada de los restaurantes Bavaria, con un poco más de amor en la pintura del muro y trabajo de la madera.

Luego de este pequeño tour nos fuimos a la casa, cenamos goulash, nos instalamos en la habitación de su hija, y buenas noches, nos dormimos bastante cansadas.

Yo soy bastante madrugadora, y muchos de mis amigos pueden confirmarlo, pero con la pésima noche que pasé en Megabus, y más el recorrido del día siguiente, la primera mañana en Brannenburg desperté como a las 9 o 10 am. (Sí, se que sigue siendo temprano, pero realmente soy una persona que por esas cosas del destino abre sus ojos alrededor de las 6 am). Peter nos había hecho desayuno, tenía la mesa puesta, con pan, mantequilla, algún jamón muy delicioso, Jugo de naranja recién exprimido, nos hizo té, café, y calentó leche. Nosotras nos duchamos y bajamos vestidas cual señoritas de casa bien, y mientras disfrutamos los tres de este delicioso desayuno, discutimos el plan del día.

Nos quedamos tres noches en la casa de Peter, cada mañana él estaba muy bien preparado para atendernos con su muy completo desayuno y luego sacarnos a pasear por los alrededores. La primera salida fue una caminata a los cerros que bordean Branndenburg: el plan inicial era ir a escalar a un cerro un poco más lejano, pero yo no tenía los zapatos adecuados para participar de ese plan y Peter estaba saliendo de un fuerte resfriado, por lo que optamos por no arriesgarnos tanto en esta primera salida. El clima estaba frío y con un poco de lluvia, pero muy leve y agradable al caminar. En esta caminata pensé en el mundo de Heidy, ya que antes, cuando solo había conocido las montañas en Chile, me resultaba difícil pensar en la vida como la de Heidy en ellas. Ahora cuando hice el recorrido por estas suaves lomas, me di cuenta que la vida del campo en esta zona se da entre colinas, y que no es tan solitaria y alejada de la civilización como yo me lo imaginaba: una casa no está muy distante de la otra, solo que este particular relieve hace que puedas ver la casa del vecino solo cuando ya has caminado hasta la cima de una colina, y entre ellas, una que otra granja y una que otra vaca pastando o en un establo esperando para ser ordeñada.

Al terminar la caminata nos fuimos a almorzar a la casa, Peter nos hizo unas bolas de papa cuyo nombre no puedo recordar, pero que es un plato muy común alemán. Lo acompañó con frijoles y champiñones en una salsa muy sabrosa. Comimos, descansamos, él fue a atender unos asuntos a su oficina y nosotras nos quedamos jugando bachillerato en nuestra habitación de huéspedes (porque claramente después del incidente del tren teníamos que terminar nuestra ferviente partida). Por la tarde él asistiría a sus clases de coro en Neubeuern, otro pueblito cercano, así es que nosotras decidimos acompañarlo para que yo conociera el lugar y mientras él participaba de sus clases nosotras cenábamos en un restaurante de por ahí. Comimos rico, luego Peter se nos unió, compartimos una cerveza y salimos a caminar por el pueblito. No recorrimos mucho pues era de noche, estaba oscuro y hacía frío, pero de todas formas el cielo estaba hermoso, muy limpio y sin mucha luz artificial en la ciudad que impidiera poder ver las estrellas claramente. Volvimos a casa, acordamos levantarnos un poco más temprano, para aprovechar el día, y buenas noches nuevamente, nos fuimos a dormir.

Para el día dos el plan era ir por el día a un lago, andar en bote, llegar a un monasterio, visitar un palacio, y luego comer por ahí, y la verdad que seguimos el plan más o menos al pie de la letra. Viajamos en auto entre varias colinas con pueblitos escondidos entre sus laderas hacia Chiemsee, el lago que escondía el palacio y monasterio a visitar. Nos detuvimos en unos de los pueblitos para mirar las casas y sus hermosas pinturas murales, y a la cordillera que desde lejos se asomaba muy blanca por la nevada de la noche anterior. Sacamos unas fotos, Marce hizo un video, y retomamos el camino a nuestro lago/destino.

Peter muy amoroso, nos invitó el pasaje en barco (no era bote, no era buque, no estoy segura de llamarlo barco, no sé qué era, pero era una máquina de agua con asientos y baño para pasajeros que nos trasladó desde el pequeño puerto de la ciudad hacia la isla Hombres, Herreninsel). En esta isla caminamos hacia el pequeño Versalles, que es como le dicen al palacio que se encuentra entre sus bosques. Se llama así porque el Rey que lo mandó a construir realmente quería construir un palacio copiado a versalles, pero lamentablemente, se quedó sin dinero y solo alcanzó a construir creo que 23 de las 71 habitaciones. Hicimos el tour por el palacio, el museo con los objetos de la época y otros proyectos. Todo muy bonito, muy lujoso, y afuera el estupendo día soleado ayudaba a que la mañana se sintiera realmente deliciosa.

Tan deliciosa, que no consideramos que los botes tenían horario de regreso y perdimos el nuestro.

Tomamos el siguiente vehiculo acuatico hacia la isla mujeres. Esta es más pequeña que la primera, y en el centro de ésta se encuentra un convento que hoy en día recibe huéspedes que quieran pasar algunos días de vacaciones en la isla. Era un paraíso muy hippy, yo feliz me hubiera quedado. En esta época del año estaba bien vacía, pero Peter nos contó que en el verano se llena de turistas y que los lugareños venden un sin fin de artesanías para así tener dinero durante el año. Muy linda Isla, con angostos senderos, casas bávaras, botes, y una que otra muestra de las artesanías que se venden.

Ya era bien tarde y aún no habíamos almorzado. Creo que pasé por un momento de hambruna extrema, pero ya a esa hora creo que no sentía nada. Peter decidió tomar el camino de regreso a casa y detenernos a un lugar en el camino para poder comer algo. Nos perdimos un poco, pero al fin llegamos a un gran restaurante. Era muy interesante porque el edificio era muy grande, pero dentro de él habían distintos comedores del tamaño de un restaurante promedio acogedor. El tamaño de este lugar me dio un pista de la gran cantidad de turistas que debe visitar esta zona en otra época del año, porque la cantidad de casas del pueblo no era proporcional a la cantidad de mesas del restaurante. Bueno, comimos, bebimos, nos sentimos felices y regresamos a casa.

Lamentablemente estoy escribiendo mucho tiempo después de lo sucedido, así es que no estoy muy segura que hicimos el día tres. Si recuerdo que hubo un incidente muy importante a mencionar, incidente del cual hay también evidencia audiovisual.

Los que me conocen, saben que siempre me pasan cosas graciosas, sobretodo cuando menos me lo espero o cuando estoy en una situación en la que debo evitar a toda costa hacer una tontería y dañar a terceros. Claramente estar siendo alojada por el padre del novio de Marce es una situación peligrosa, cualquier cosa puede pasar, pero nunca me esperé hacer tanto desastre como esta vez. Resulta que como una es humano, tiene necesidades biológicas, por lo que lo normal es usar el baño como cualquier mortal. Esta vez, antes de hacer uso de éste, noté que el nivel del agua en la taza estaba más alto de lo que recordaba. Me imaginé que podía estar tapándose, así es que para estar segura de que después de hacer aquello que fui a hacer no pasara un accidente, decidí tirar de la cadena y asegurarme de que el agua se iría como normalmente debe irse. Bueno, ya me imagino que se imaginan, así que nos podemos imaginar juntos, que lo que pasó fue todo lo contrario. A los dos segundos de haber tirado la cadena el agua comienza a subir y a subir, y yo muy desesperada solo pude gritar para que Marce viniera en mi auxilio.

El agua salí a montones y yo ya tenía mucho miedo de inundar toda la casa. Claro que eso no pasó. Buscamos algo con que limpiar y un sopapo para destapar el baño, pero claramente ninguna de las princesas sabía cómo usarlo correctamente, así que entre el mar de risas nos pasamos un buen rato solucionando el problema.

Bueno, y entre tanto desastre y risas, decidimos que haríamos algo delicioso para Peter por su enorme amabilidad. Nos fuimos a un super cercano, compramos huevos, crema, mantequilla, almendras, chocolate y harina, y hicimos unas deliciosas galletitas horneadas con mucho amor de Marce y Maca.

Claramente todo esto sucedió cuando Peter no estaba en la casa, así que cuando llegó le dimos las galletas y le contamos lo sucedido. Comimos, bebimos y nos fuimos felices a dormir.

Dia siguiente, último desayuno juntos. Claro que no podía ser lo último que Peter nos daba, así es que como partíamos a Salzburgo, nos hizo unos sandwiches, nos picó una manzana, nos dió jugo, chocolates y huevos duro para que no pasáramos hambre por el camino. Muy despierto el hombre, se dió cuenta al vuelo que éramos buenas comensales.

No se porque, pero me encanta viajar en tren, Tal vez porque viajar en tren es de lo mejor. Me encanta estar ahí sentada y avanzar entre el paisaje. Mejor aún cuando el clima va cambiando a lo largo del viaje y puedes ver la versiones con y sin nieve del la Alemania Bávara. Ya sabíamos que nuestra estadía sería corta, pero no me importó. Caminamos como dos horas por el centro de la ciudad, por las calles que ya les conté eran muy elegantes y que tenían muy elegantes carteles. Yo feliz mirando las vitrinas. Marce no tanto, pues ella ya había visitado esta ciudad. Yo creo que volveré. Es mi deber hacer tomar el Tour de la novicia rebelde, y cantar do a dia y edel vais… sé que estaré en esa ciudad nuevamente.

Llegamos a la hora aL tren de regreso para Munich. Todo muy bien en el viaje, nos comimos nuestro cocaví, y ni un incidente mayor se presentó en el trayecto. Llegamos a Munich y habíamos quedado de cenar con Iratxe, una amiga española de Marce. Pues llegamos a la hora como acordamos, pero esta chica tuvo que terminar unas cosas en el trabajo y se atrasó como una hora más menos. Yo con hambre, me puse mal genio. Con mal genio tomo malas decisiones y compré un par de cosas para comer, pero claro, no me gustaron, así que compré un kässebrotchen y me lo devoré mientras esperábamos el tram para ir a nuestra cena. Mala decisión porque luego yo ya no tenía hambre. Pero como buena Alamos Rojas, a la hora de comer, comemos, así es que después de revisar juiciosamente el menú del restaurante Vietnamita (creo), pedí mi muy favorita miso soup y un jugo de mango para acompañar. Todo delicioso. Comimos, volvimos a casa, y yo muy exagerada, le pedí a Marce que nos fuéramos una hora antes al terminal de buses, “por si es que pasaba algo”. Pues claro que algo pasó.

LLegamos al Terminal, y como la comida estuvo un poco salada, yo me antojé de un smoothie de mango de Mc Donalds. Claro que había un poco de fila, porque era el único local que seguía abierto, así que digamos que pasé unos 20 min esperando ser atendida. Bajamos a los andenes a esperar el bus, pero éste ya estaba instalado dejando subir pasajeros, así es que nos decidimos subir para evitar el frío. eran alrededor de las 22.00 hrs. Muestro mi boleto y el señor me dice: “este no es su bus, usted compró un boleto para el mes que sigue” y yo con mi smoothie en la mano, los papeles, mi bolso, pregunto si hay asientos desocupados que pueda comprar. Sí habían asientos, pero el sistema solo deja que los compre por internet hasta una media hora antes de la salida del bus. Claramente quedaban menos de 30 minutos, así es que no podía comprar mi boleto. Marce se puso nerviosa, yo traté de permanecer tranquila. podía pasar la noche en la estación y comprar un boleto en la mañana, porque ciertamente yo no tengo internet en mi celular, así que me era imposible comprar en ese momento. Entre el nerviosismo de Marce, el frío y el smoothie, me comenzaron a temblar las manos de nervio. Marce comenzó a hacer una compra desde su celular, pero con mi visa, y ni la podía sacar de mi billetera de tanto temblor. Creo que cinco minutos antes de que el Bus de Marce partiera logramos comprar un boleto para un bus que salía más tarde. Y yo tratando de robar wifi del bus de Marce para que me pudiera enviar el código de compra… y el smoothie, el bendito smoothie, si no fuera por ir a comprarlo hubiera alcanzado a comprar un pasaje en el mismo bus de Marce.

[Imagínese aquí la imagen de el smoothie]

 

Lo peor es que eso no fue lo peor. Mi viaje en el otro bus fue horrible. Unos señores se fueron hablando muy fuerte durante el viaje, y no digamos que estoy en contra de las personas que hablan, pero si lo estoy de las que lo hacen a un volumen descarada entre las 1 y las 5 de la mañana. No pude dormir, y el bus no tenía wifi. Horrible situación por que necesitaba el wifi para coordinar el blablacar de Leipzig a Dessau, pera por fin llegar sana y salva a mi casita. Lo bueno es que todo resultó bien. Llegué a Leipzig a la hora indicada, conseguí wifi en la estación de trenes, y pude contactar al blablacar que por fin me llevó a Dessau. LLegue a casa, me lavé los dientes, y me metí a la cama para por fin descansar.